martes, 2 de diciembre de 2008

La manifestación del Espíritu en occidente - Segunda parte

La época de la apariencia de oscuridad es la época del don divino mostrado. Con el ocaso del paganismo y de las primeras grandes aspiraciones tecno-científicas, el Espíritu comienza su peregrinaje en la más excelsa de las expresiones materiales, la religión cristiana. Las cruzadas son el gran momento en el que los hombres viven y mueren por lo trascendente por encima de riquezas y especulaciones terrenales. El sacrificio y la sangre son la divisa principal de este momento histórico. Hierro y fuego son los versos de la poesía de la crueldad y el dolor. Con la pérdida de personajes directamente tocados por la divinidad como en la época del Cristo, de los césares y de la Grecia del mito, es necesaria una compensación en la cantidad de ofrendas. En la antigüedad el escaso gesto de Abraham en la entrega de su primogénito basta para dar lugar a la Fe. Siglos después miles y miles de seres humanos han de perecer para tratar de recrear pálidamente el necesario gesto y dar vida al Dogma.

Desde la muerte de Cristo y la anunciación del reino de los cielos se crea una tensión enorme en el seno de Occidente. Por un lado está la necesidad de expandir el mensaje emanado del Espíritu por boca de sus seguidores, y por otro lado está la creencia constante e inminente en el Apocalipsis que ha de dar lugar al juicio divino. Se empieza a generar el movimiento doble de adoración y sacrificio en el que todo gira entorno de la divinidad y el miedo. Lo sublime reaparece tras las invasiones bárbaras y la filosofía recupera su capacidad de habla en boca de infieles y judíos para luego poder ser cincelada en monasterios y abadías. El Espíritu vive en el sacrificio que se produce en la construcción de las magnas catedrales. Cada piedra esculpida, cada ladrillo amontonado se cementa con la sangre de los que dan sus vidas por la gloria divina. Por último apuntar que el pueblo vive vidas sencillas en idealizados campos donde labran las tradiciones que perdurarán por siglos. La impureza y el oprobio de la urbe aún no se puede vislumbrar enmedio de un clima brutalizado pero, de algún modo, aún natural.

Con el inicio del humanismo y las primeras migraciones del campo a las ciudades el auténtico Espíritu procede a uno de sus necesarios periodos de ocultación.

7 comentarios:

Mitus dijo...

Un saludo transoceánico Sñr. Rémora.

Ciertamente las ubres de la temática expuesta no cesarán de manar néctar y ambrosia. Me alegran sus palabras, y me alegra también que nos fecundize usted con tán certeras sentencias desde la otra orilla. La verdad es que la Edad Media es un claro ejemplo de los sacrificios que exije el Ser para con los pueblos. ¿Que importa el sufrimiento de todo un pueblo cuando se actúa conforme a la regla? La via de la disciplina siempre conlleva enzarzarse en un mar de puas, pero con el inestimable premio de Oro que eso conlleva: La divinización del dolor. Recordemos los dolores de la parturienta.

Le esperamos impacientes. Sepa que El Partido prepara enormes festividades para el dia de su llegada -orgias y bacanales en cada plaza del imperio, circo romano, desfiles militares y bombardeos de paises con hambruna, akelarres y misas-.

ayax dijo...

Seria y en absoluto gratuita la reflexión segunda sobre la cuestión del espíritu en tierras de occidente, que nos brinda con acertada y precisa prosa don Remora. La conjunción entre la muerte del campesinado y el ponzoñoso antropocentrismo de la tarima de la cultura urbano-burguesa representan una suerte de aviso sintomático-guiño, a saber- del palidecimiento del Espíritu, y de la triste llanura abismal que se acrecienta entre el hombre y lo sagrado.Hubiésele agradecido más extensión, pues su aptitud legitima mi exigencia, pero esperaremos que si no, a la tercera entrega.
Un saludo irreverente y a contra-tiempo!

Barclay de Tolly dijo...

Saludos estuprantes teñidos de un níveo etéreo seminal,

Gratifico la aprehensión de entidades inasibles expelidas por el vivaz denuedo de la verdad, en el caso que nos concierne, moldeadas por las inconcusas pulsaciones de dos nervudas manos tronando al otro lado del océano. Quehaceres fútiles impiden divulgar mis peritos discernimientos mas, si Cairos franquea el umbral quejumbroso de Cronos, compondré una egregia entrada para regocijo de mis lectores y fricción unísona de nuestras pichillas.

Mañana gloso ciertas divergencias con el contenido formulado por nuestro altanero camaradal

Barclay de Tolly dijo...

Saludos estuprantes teñidos de un níveo etéreo seminal,

Gratifico la aprehensión de entidades inasibles expelidas por el vivaz denuedo de la verdad, en el caso que nos concierne, moldeadas por las inconcusas pulsaciones de dos nervudas manos tronando al otro lado del océano. Quehaceres fútiles impiden divulgar mis peritos discernimientos mas, si Cairos franquea el umbral quejumbroso de Cronos, compondré una egregia entrada para regocijo de mis lectores y fricción unísona de nuestras pichillas.

Mañana gloso ciertas divergencias con el contenido formulado por nuestro altanero camaradal

coronel kurtz dijo...

señor barclay, con estos comentarios gana usted una barbaridad de maikolfields.

¿le tendremos que condenar al ostracismo por romper el aegon como el denostado Ovidio, que acabó escribiendo sobre la cría de esturiones en el Mar Muerto?

Siga así y se le concederá el título de Danonizer del año.

Un férreo saludo a todos los miembros.

Rémora dijo...

Señores, hagan el favor de rebajar mínimamente su discurso pues si no los pocos lectores que poseemos decidirán hacerte la vasectomia usando tenedores para tratar de aliviar el descalabro de sus mentes al tratar de interpretar tales imprecaciones.

Ruego al señor Ayax me disculpe por la brevedad del texto pero las vacaciones me impiden concentrarme como debería. Advierto además que el tercer, y posiblemente último, capítulo de tal esperpento sobre el devenir del Espíritu no ocurrirá en muy breves circunstancias.

Reitero mis saludos altivos y esbozo un gran Heil! entre sonrisas.

Barclay de Tolly dijo...

Ante el magnífico escrito que ha pertrechado debo mostrarme disconforme en algún punto.

Primero marcar que el éxodo del campo a la ciudad no se produce en un periodo tan cercano a la actualidad. La misma Constantinopla, las polis griegas, Roma... ejemplifican el peso cultural, comercial y espiritual que, desde la antigüedad, sostenían las metrópolis (recordemos que los primeros escribas y sacerdotes que rubrican la fe son consecuencia directa de tan denostada migración, al igual que la transmisión de la tradición y de los mitos se ejerce oralmente en lugares en los que se pueda reunir el mayor número de asistentes). Lo expuesto no es óbice para amonestar la desnaturalización que implica la urbe moderna, pero considero injusto y demagogo enaltecer el campo en demasía, cuando parte de su potencia romántica se debe a idealizaciones bucólicas de urbanitas castrados. No soy partidario de un enfrentamiento histórico entre campo-ciudad, sino de señalar la Ilustración y la industrialización como agentes de perversión que pudren las metrópolis otrora prósperas espiritualmente.