sábado, 26 de julio de 2008

Hay que ir


En tiempos de paz, el guerrero puede con facilidad, devenir en una criatura autodestructiva.

Es menester por ello anclar una reflexión al respecto, si bien reflexión adolezca de un sentido frívolo en relación a lo que nos concierne. Un grito ruge como necesidad, recorre la intuición y ajetrea entre la miseria de lo maquinalmente sedentario. Hay que acercarse a los últimos reductos en qué yace un moribundo amago de luz color alba. En lo milenario de los caminos de montaña, entre la aspereza aquella, que nos exige una digna austeridad, dónde en la pugna se enciende ese contacto con la vida, con un sentido de verdad. Acercarse a la soledad de una Iglesia, sin hipocresias, sin ruidos, sin animales domésticos que se dicen ser hombres, sólo acercarse...

Hay que ir, porque todavía hay lugares, porque la contaminación no es universal. En la conquista de estos espacios, se juegan nuestros pulmones, la afirmación del mundo. Entre el asfalto dónde solo malflorece "opinión" no es lícito obviar el esfuerzo allende las alturas, para respirar entre las flores más recias, dónde el cielo parece conjugar lo bello y lo verdadero, lo salvajemente exquisito. Hay que ir....

miércoles, 23 de julio de 2008

IN MEMORIAM: GEORGES SOREL



El eco de un maldito


Pese a la extrañeza aparente que supone el caso de incluir en esta sección a quién no fue "propiamente" un hombre de acción, sino más propiamente un pensador, a saber... rebélase justo tatuarlo aquí, en un tributo a lo indiscutiblemente decisivo de su pensamiento, y a lo revelador de su deliberado olvido oficioso y oficial en nuestra historia. Sorel es un pensador francés gestado entre las filas de la extrema izquierda, marxista férreo en sus inicios, si bien es su carácter disidente y la fascinación que regó entre las venas de sus coetaneos con su obra lo que permite encuadrarlo hoy, como un referente en absoluto desdeñable. Su figura pertenece a la filiación de todos aquellos disconformes, renegados y despreciadores mayúsculos, del rumbo, ideario, condiciones y concepciones heredadas de la Ilustración. (Entre tantos como Thomas Hulme,Pierre Drieu Larrochelle, Bergson, Croce,Wyndham Lewis, Peguy,Berth, ...) Desnudar su contexto histórico comporta trasladarnos a una sociedad configurada desde una óptica corporativista e individualista, el papel consolidado de la ciencia, el laicismo insitucionalizado, la política de parlamento, y a fin de cuentas, aquello que se precia connatural a la tertulia de intelectuales y ese universo característico del orden burgués.

Sorel repudia toda esa civilización que le rodea, juzgándola decadente y alzando su vista atrás, fascínase ante la cultura homérica, el tipo antiguo, aunque un adjetivo que cuadra maravillosamente con su espíritu es su fobia por principio a la democracia. Fundamentalmente su revisión- que comporta su irrevocable escisión- del marxismo se articula desde el antimaterialismo en su interpretación de la historia y la apuesta por el valor y la necesidad del uso de la violencia purgando así ese mundo en qué las costumbres se relajan, e impera la superficialidad y la ligereza, en detrimento de lo sagrado. Sorel diagnóstica un ocaso grave de la moral y la virtud en Occidente. Frente a la construcción-en el seno de la escuela marxista- de artificios y racionalidad que supone la noción de utopía, Sorel propone la idea de mito, que devuelve el peso a la voluntad, y la categoría de verdad a la pasión. El mito inspira ese movimiento de violencia imprescindible para enderezar los tiempos, configura un nuevo hombre, soldado, mártir y partícipe de un sublime sacrificio, y posibilita el heroísmo en una hora de ciénagas, que suponen todo hedonismo, materialismo...

Sorel representa un marxismo voluntarista y vitalista, cercano al misticismo y a la gravedad de todo lo oscuro y misterioso, reivindicando a Pascal frente a Descartes. La idea soreliana de mito y decadencia, pone en evidencia la impotencia de la filosofía tradicional para ilustrar la verdadera grandeza que respira en la gloria de los grandes sacrificios, del estoicismo romano, de los primeros mártires cristianos, de aquella categoría a la que todo pueblo guerrero pertenece, con su inmortal laurel que lo corona por los tiempos de los tiempos. El pensamiento soreliano, reacio a la mesa de negociaciones y al yugo que supone la legalidad burguesa, confía en una clase obrera heroica dispuesta a una praxis sin ambages, que sostiene su fe en la movilización gigante dónde el papel de los afectos y la primacía de lo emocional está fuera de duda. Su influencia dio de beber, alentó y generó fuerzas a la oleada no conforme a lo establecido en el panorama político, ubicada ésta más allá de la ortodoxia marxista y del liberalismo, entre las filas de los malditos, como action française, la konservative revolution, o los sindicalistas fascistas italianos...

Georges Sorel, con todo, fue víctima y centrifugado de la propia realidad histórica, viendose su fe en una idealizada clase obrera no contaminada de cultura burguesa truncada ante la evidencia. Ante su figura cabe decir que si non è vero è ben trovato y no puede dejar de inspirar un legítimo respeto, considerando el giro y protagonismo que comportó en el advenimiento del fascismo, siendo parido en la filas de la misma extrema izquierda, desde planteamientos antipacifistas y radicalmente, en essentia contramodernos, eso es, sintiendo de otro modo el mundo.

La obra del pensador francés en cuestión, es testimonio de ese pensamiento que invoca a fuerzas que transgreden la neutralidad y recorren al hombre, una reivindicación de la voluntad y de la actitud beligerante frente al intelectualismo castrado e inerte, ese que marea con palabras y atrofia las aptitudes, lejos del peligro que salva.

miércoles, 2 de julio de 2008