domingo, 9 de marzo de 2008

Una cosa como para no perderla

Desafortunadamente ocurre, y no sin el aliño de un macabro silencio, que nuestro tiempo, de naturaleza de apisonadora y devota pleitesía para con lo inmediato y transitorio, cubre de olvidadiza bruma ciertos ritos, costumbres, y así, entierra la posiblidad de ciertas experiencias bellas, humanas y genuinamente íntimas. Refiero más concretamente a la experiencia de compartir, que es con obvia justicia, madre legítima de nuestros recuerdos en nuestro sucesivo existir. Y precisamente versa esta entrada acerca de contar,compartir y relatar. Bien, dado que estas lineas no se orientan tanto a buscar la refriega daga en mano como a reflexionar y proponer, en una suerte de lúcido chasquido, en estas nuestras horas, de deformada y saturante información a la par que conjugada con una informe formación....
Sugiero-y predico con el ejemplo- que en la medida de lo posible, mantenga cada cuál correspondencia por carta, postal, ... eso es, manteniendo vivo el sentido de aquello que reza el decir "de mi puño y letra". La carta constituye ocasión para el detalle, el afecto, y la personalidad, por cuanto es un tiempo invertido, y unas lineas tatuadas únicas e inimitables, expresión de carácter, y bonito modo de mantener la relación, sobretodo en lo referente a lejanías amistades.
La carta ha en si, ese "qué" nuestro ireemplazable, y que como tal, la hace grata tanto en el hecho de recibirla como enviarla.
Supone, escribir cartas hoy, conservar una magnífica costumbre, costumbre reacia al tempo y al modus de la técnica, así como a la impersonal impronta que hoy se da por natural en todo intercambio de información, que no es ni mucho menos ni humana ni comunicación.

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