jueves, 10 de enero de 2008

IN MEMORIAM: Yukio Mishima





Vivimos tiempos aciagos
, parece rezar como subtitulo este blog, espacio de nuestras cavilaciones. Tiempos que no nos dan pie a soñar un futuro mejor para nosotros y nuestra prole. Es por ello que está sección cobra mucho sentido cuando es al pasado al que dirigimos nuestras miradas. Pues el sabio no nace así, si no que accede al saber mediante la experiencia y el respeto por la tradición.

La figura que hoy me ocupa es la del japonés Yukio Mishima (14 de enero de 1925 - 25 de noviembre de 1970), entre cuyas máximas en la vida están tanto el respeto por la tradición, como una mentalidad romántica y una inquebrantable fuerza de voluntad. Su vida es de dominio público siendo la wikipedia un buen sitio por el que comenzar.

Para quien no conozca la figura daré cuatro apuntes sobre su vida pues no soy amante de repetir aquello que ha sido excesivamente repetido. Nació bajo el nombre de Kimitake Hiraoka en una acomodada familia burguesa con cargos ministeriales. Su educación la llevo a cabo su abuela que trató de inculcarle un gran amor por el glorioso pasado de Japón antes de la colonización occidental y que le inclinó a fantasear con una incierta descendencia de samurais y nobles. Fue un escritor harto conocido enmarcado en la generación
japonesa de la posguerra entre cuyas obras destaca la tetralogía El mar de la fertilidad o las novelas cortas El rumor del oleaje o El marinero que perdió la gracia del mar. También escribió ensayos sobre la cultura japonesa, sobre estética o sobre artes marciales.

Para quien quiera leer algo de Mishima recomiendo este enlace. En el cual destaco y animo encarecidamente a leer el precioso cuento llamado Patriotismo.




Entre los actos más destacables de su vida está la fundación de un pequeño ejercito llamado la Tatenokai y que se suele traducir como la sociedad del escudo. Este ejercito lo formaban jóvenes con ideales tradicionalistas e imperialistas que llevaban un estricto plan de ejercicios y de artes marciales, siendo el propio Mishima un deportista excelente a sus 40 años. Esta sociedad fue aceptada por el ejercito regular japonés y les permitía el uso de sus instalaciones y entrenadores.

Pero, sin duda alguna, el gran momento de Mishima es su muerte. Tras su fracaso de alzar a las tropas japonesas con un discurso lleno de arengas en favor del emperador y la tradición decide poner fin a su vida. Ante el comandante del Campamento Ichigaya, el cuartel general de Tokio del Comando Oriental de las Fuerzas de Autodefensa de Japón, Mishima se suicida mediante el seppuku.

La mayoría los zombies que pueblan las grandes ciudades no sueñan con la muerte, la rechazan como rechazan la vida. Algunos pensamos seriamente en ella y la tememos, pero no la rechazamos pues sabemos que la inmortalidad no le pertenece a este cuerpo físico que habitamos y que podemos amar. Algunos tenemos una breve consciencia de que puede existir un alma inmortal. Mishima en cambio parece estar más en consonancia con una idea aún más sutil y sublime de la existencia. El japonés parece saber que tanto la vida como la muerte son algo más que una posesión que tenemos, parece creer solo que somos eternos en el ejemplo y en el legado que damos al mundo. Así, actúa en consecuencia y se sumerge en el infinito de la manera más hermosa y fuerte que cabe en su imaginación: Rindiendo al resto del mundo a sus pies.

2 comentarios:

ayax dijo...

salve!
Recibo con gusto esta publicación, que ya tardaba en ocurrir, y no menos verle como artífice de una columna que tiempo ha no firmaba vuestra merced.
Fascinante Mishima,voz y testimonio de que los soñadores, cuando riega de fe romántica su sangre y músculos, conquistan su lugar en el mundo, y su gesto ha en si, la plenitud del tiempo, y la eternidad de la memoria, que no histórica, que no histérica, sino olímpica. Me quedo además- y no omito la sorpresa que me suscita- con la reflexión a propósito del alma. Acaso no sea posible un hombre sin alma, porque sin alma-decíame un amigo este lunes- no percibiríamos la belleza; y digo yo que sin una vida con alma, no hay belleza en lo vivido sino escisión y agonía, pero la paz que nos da el alma, exige no menos nuestra guerra que nos dignifique ante ella.
un apretón de antebrazos a la romana.

P.D: celebro que aún no estando todos los que somos, seamos los de siempre quienes estamos, el material más vivo del Partido.

Barclay de Tolly dijo...

Enarbolo mis consideraciones y agradezco la publicación de una dignísima evocación acorde con el pundonor y honestidad del caballero tratado. Un personaje cuya congruencia se cimienta como paradigma de la integridad del alma noble. Un molde de intempestividad que hizo de su vida su mejor literatura. Un gentilhombre cuya renuncia sagrada iza su espíritu a lo sublime. Un poeta inmortal en su sacrificio.

Saludos beatitudos y recuerdos de mi amigo Atila el Boyo