lunes, 3 de diciembre de 2007

de carácteres sin características...


Escribe don Francisco de Quevedo que "todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen." Satírica como toda verdad peligrosa, y valiente como toda palabra que se pronuncia con sinceridad de alma. Con ello, podemos resbalar de cabeza a una reflexión, si acaso no trascendente, si con la permisividad que corresponde a lo que por derecho procede. Vengo a referirme a la bochornosa pérdida de personalidad que parejamente viene de la mano con el dogma que sitúa en el altar de los altares al diálogo, la intransigencia de la tolerancia y la pereza espiritual que desde la barrera ante los oles en el ruedo, servil reza amén. Se pierde toda personalidad precisamente cuando el horizonte del juicio radica en desertizarse sistemáticamente de prejuicios. Se extingue el carácter cuando hay un precio que silencia, y la grandeza se consume-experimentándose- en novelas. Obviamente el diagnóstico "crisis de valores" puede que resuma la calidad de nuestros aires, pero escrutar si cabe, un poco más, tampoco es indigesto y con Focílides pienso que el laborioso gana su vida; el perezoso la roba. No haya pues pereza en la tropa ni en nuestra sangre. Piensen caballeros, con el ceño en sospecha cuando nos menten por argumento el respeto, el derecho incuestionable o la necesidad de la libertad. Mezquina palabrería, al uso y precio más barato, en concordia a bocas olvidadizas, y a seres que no responden sino ante su contingente capricho y su plebeyo orgullo, valga la gracia, el orgullo del huérfano que vendió a sus padres. El peligro de la palabra-hablamos ante todo, de su manifestación oral- es todo lo que presupone, lo mucho que deja de abarcar, y el pestilente vapor que irradia a irresponsabilidad legítima. Presupone igualdad-de condición y en códigos-, su exceso omite la contundencia de la obra, mejor y mayor delatora de una personalidad, y las palabras "se las lleva el viento", así que sin haber la gravedad de un honor que presida tal tejemeneje, así estamos:

todo en contrato y firmado, sin apenas fe para lo que trasciende el papel, incrédulos casi con cualquier ingenuidad propia, caducos para la vieja honra, y babosamente tragones para con la huidiza novedad, soberbia ignorancia que es justa víctima de su devoción hacia los falsos ídolos.


Nota:

Faltar al honor siglos ha, comportaba la carga de aquella vergüenza del deshonor en las estirpes y linajes venideros, en cierto modo entendiéndose que la sangre quedaba "contaminada".


P.D: Grato puente a todos, recibid un cordial saludo intempestivo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Anibal_Lecter_el_gourmet:

En ocasiones por nuestros diferentes campos educativos nos cuesta llegarnos a comunicar con exactitud... es lo que tienen las palabras, que son inexactas para quien las escucha pero en ocasiones perfectas para quien las emite.

Preguntas para poder decir algo sobre el texto: ¿Estás diciendo que quien no sigue su tradición no tiene posibilidad de ser alguien fuerte; alguien que marque su camino con dignidad? ¿Acaso aquel que rompe con los valores (de manera real en el más fuerte sentido de la palabra) de su época no es alguien que a hecho algo de gran potencia? ¿Se que la gente se equivoca... pero no es mejor equivocarse uno mismo que seguir algo que no sientes? Tú tienes la suerte (o destino) de sentir fe, pero... ¿no a de buscar cada uno su fe antes que tragarse lo "que venga"?

Espero haberme expresado con claridad. Queria escribir estas cuestiones, pero por desgracia, el tiempo apremia para quienes trabajamos en fiestas.

Un abrazo.

ayax dijo...

Saludos en cortesía,

1-"es lo que tienen las palabras, que son inexactas para quien las escucha pero en ocasiones perfectas para quien las emite"
Esta aseveración que usted considera por obvia es plataforma para explicarme. Si la palabra tiene ya la connotación de pura y legítima subjetividad, no se ya sinceramente a quien diantres le importa comunicarse, y más aún, si cabe todavía la posiblidad de ello, pues sin recio sentido en los códigos- sentido compartido en una comunidad-, el habla deviene en pura articulación de ruido, que no, a mi parecer, de personalidad.

2-"quien no sigue su tradición no tiene posibilidad de ser alguien fuerte; alguien que marque su camino con dignidad"
Sin tradición no hay historia, el hombre es un ser cuyos haceres gravitan en mayor o menor medida vinculados a una suerte de mitología, valores, cosmovisiones, radicalmente heredadas, razón para decir que tenemos tal o cual raiz. En virtud de las mismas, los hombres emulan en su vida, resolviendose en un camino que precisamente delata SU personalidad.El hombre es hijo, para terminar siendo padre y abuelo, no somos individualidades arrojadas, apátridas y libres.

3-"¿Acaso aquel que rompe con los valores de su época no es alguien que a hecho algo de gran potencia?"
Los disidentes son excepción, y no sitúan en jaque a la norma, allá ellos, pero hacer de la disidencia una consigna y una propuesta, se me asemeja ridículo.De hecho nuestros dias son prueba testimonial de ello. Romper, pagando el precio y creando realmente, es síntoma de potencia efectivamente, pero es peligrosamente no menos propio de un ramplón arrebato adolescente.
No olvide, que apostar por un "tradicionalismo" a dias de hoy es una postura sino revolucionaria-es manifiestamente CONTRArevolucionaria-rompedora, con todo lo paradójico que parezca.

4- "no es mejor equivocarse uno mismo que seguir algo que no sientes?¿no a de buscar cada uno su fe antes que tragarse lo "que venga"?
Apunto ya finalmente lo que es un imperativo vital, lejos del novelesco nihilismo tan en boca-tan burdamente post moderno- y tan poco filosófico: La búsqueda del hombre no tiene su horizonte más allá del regreso al útero materno. Entenderá por ende que me resulta grotesca la palabra progreso asociada dogmáticamente al hombre, si bien admito que nuestro siglo gesta algo que a lo mejor no podemos ya seguir llamando hombre.

saludos intempestivos