viernes, 11 de abril de 2008

Descensus ad inferos

En cierto libro, bueno, sublime, malo o peor, leí que a menudo la relación que el lector sostiene con los personajes literarios cuyas peripecias, anhelos, infortunios y desconsuelos le mantienen en vigilia, suelen ser más estrechas, sinceras, gratificantes y por qué no proferir la palabra prohibida, puras, que la mayoría de las amistades espacio-temporales impelidas por la vicisitud del destino y plagadas de subterfugios y lugares comunes. El lector escudriña en las vísceras de su interlocutor, en las entrañas de Stavrogin, de Fabrizio del Dongo, de Hamlet, de Max Estrella, de Gregor Samsa, y le escolta en una travesía de renglones, símbolos, letras y azar que no son más que el medio de comunicación por el que se vinculan, del mismo modo en que el sexo es el medio mediante el cual se llega a la consumación del amor en una pareja, un medio burdo y espurio que tan solo empuja, que tan solo conecta: una alcahueta.
Una relación si acaso más honda se establece con la obra, especialmente con aquellas totémicas y pavorosas, aquellas cuya esencia radica en lo catársico, en el enfrentamiento del que irremisiblemente, en caso de sobrevivir, se sale transformado o más bien desencajado; aquellas cuya potencia de poder expresarse en el espacio se manifestaría como guerra nuclear, peste o Apocalipsis. No es habitual, por ventura, toparse con libros capaces de vapulear tu alma y manipular tu esencia cual ángel de la muerte. Cuando esto sucede se produce el silencio, un silencio que te acompañará de por vida, un hueco tal vez colmado por algo inexpresable que no molesta, no incordia, una especie de radiación atómica imperceptible que altera tu sustancia, trepida los cimientos. Como Ulises, Eneas, Orfeo o Marlow, he descendido a los infiernos dantescos, al corazón de las tinieblas. He viajado por lugares que, mudos, me chirriaban los tímpanos, lugares desérticos que ululaban blasfemias, lugares sin nombre transcritos en lo inasible, un viaje a lugares de ultratumba de los que se sale mutado. Un Descensus ad inferos cifrado en un nosequé, en un 2666.
Todavía no sé en que medida me ha afectado, y probablemente uno nunca se acaba de dar cuenta de los trastornos ocasionados: si realmente el cáncer tendrá metástasis o por el contrario será un quiste fácil de desechar. ¿Y qué posee una obra para causar tales estragos?:
"¿Qué expectativas eran éstas? Bubis no lo sabía, ni le importaba saberlo. Ciertamente no eran expectativas sobre su buen quehacer literario, algo que puede aprender a hacer cualquier ecritorzuelo, ni sobre su capacidad de fabulación, de lo que no tenía dudas, ni sobre su capacidad de inyectar sangre nueva en la aterida lengua alemana... Pero no era eso. ¿Qué era entonces? Bubis no lo sabía aunque lo presentía, y el no saberlo le producía el más mínimo problema, entre otras cosas porque tal vez los problemas empezaban al saberlo, y él era editor y los caminos de Dios de cierto sólo eran inextricables" (Bolaño, 2666)
En la nota a la primera edición se nos dice que de no haberle importunado Tanatos habría concluido la obra con el siguiente final legado por su alter ego y narrador de la novela: "Y esto es todo, amigos. Todo lo he hecho, todo lo he vivido. Si tuviera fuerzas, me pondría a llorar. Se despide de ustedes, Arturo Belano". Hago mías sus palabras y usurpo sus vivencias, pero no como el lector pusilánime pavoroso de la realidad que erige una vida en la ficción, sino como el valiente que osa descender a sus vastos infiernos y deleitarse con las lenguas de fuego.

5 comentarios:

Rémora dijo...

No se que puedo comentar a su gigantesca entrada que no sea vano, vacuo o innecesario.
Bravo por deleitarnos con una entrada tan sincera. Gracias.

Barclay de Tolly dijo...

Gracias a ti por descubrirme a Bolaño. Por ello he colgado esta reflexión demasiado personal, un tributo a la obra del chileno y un guiño a aquél que me la acercó.

Saludos

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.