viernes, 9 de noviembre de 2007

Aprendiendo a diferenciar


Nunca será lo mismo, criticar que tener criterio, aunque parezca pertenecer al mismo género, y nos preste en demasía, por razón de forma, a una comprensible confusión. En el crítico late la impotencia, la falta de autenticidad, y el perverso gozo secreto con la estéril controversia, indisoluble con su comodidad y mediocridad, que lo inhabilitan para el combate, y que lo convierte en un sedentario y baboso charlatan injerto en el escepticismo por el escepticismo.

Tener criterio corresponde al orden de la nobleza, los cojones, y la pasión,(pasión no es desbocada hambre de sexo...) aunque para únos cuantos-unos muchos- la pasión sólo sea real en la tele. Tener criterio es hacer, ser, y no representar un papel, y que no quede sin dejarse aquí escrito, tener criterio es reconocer en uno mismo la virtud de la intolerancia. Dedicadas al orgullo de los críticos, las palabras de un hombre más allá de las palabras, que yace en la eternidad, Napoleón Bonaparte:
"Bien analizada, la libertad política es una fábula imaginada por los Gobiernos para adormecer a sus gobernados"
Saludos cordiales

1 comentario:

Rémora dijo...

Estimado e iluminador camarada,
aplaudo esta entrada que establece una clara diferencia entre los que se creen amos de corderos y no son más que pobres de espíritu con pieles de lobo y los que auténticamente han de regir sobre los corderos.
Los críticos, en todas sus formas grotescas, llevan ya demasiado tiempo pervirtiendo y vilipendiado la faz de la tierra y han de ser exorcizados.

Brillante la cita de Napoleón, agrego.

Saludos anti democráticos