jueves, 11 de octubre de 2007

Literatura vil e infame: Francia

La lección de hoy, aunque burda y escasa, versará sobre algunos aspectos literarios, o mejor dicho, sobre ciertos escritores de nacionalidad podrida que han de dejarse de lado. Y eso que por lo que concierne al noble arte de las letras somos bastante tolerantes, esto es, menos despóticos, pues, aprender, "tolerante" es un vocablo inflado de connotaciones negativas al que solo deberíais recurrir como insulto en caso de recibir una grave ofensa. Tolerantes son los fofos, los de espíritu indolente. Conan no os apreciaría más por serlo. Pero dejemos a Conan. Como individuos eruditos que somos tenemos un elevado fondo literario que discurre entre Virgilio y los libros, repletos de verdades como puños, de don César Vidal, sin embargo, hay focos infecciosos que se deben evitar. Por lo general, todo francés es sarasa y, siguiendo un viejo axioma aristotélico (ocultado por las hordas progres del averno), truchón=malo. No es que seamos homófobos, pero sentimos un gran respeto hacia la tradición y hacia la palabra de los grandes maestros, no nos vemos en posesión de la suficiente autoridad moral como para negar las evidencias halladas por los antiguos. Ante todo somos humildes. Y honestos.
__________(ndr: no se que coño pasa pero no puedo separar los párrafos. Sr. Rémora, si es tan amable, ponga remedio a mi torpeza)______________ Sigamos con Le France. Es sabido por todo hombre decente que los franceses o bien lloran o se autolesionan, no tienen cojones, el desuso de su virilidad les ha atrofiado las pelotas, su voluntad está castrada. En la Revolución Francesa ya se camufló la ira del pueblo con unos ideales pánfilos, las respetables decapitaciones pasaron a formar parte de un proceso necesario para la instauración de unas funestos y pávidos ideales e incluso Napoleón es visto, no como un cabrón con ansias de gloria (como Dios y la Voluntad mandan), sino como un mariscal de la liberté, egalité, fraternité (palabras que, ya sea por su empalagoso acento francés o por su metafísico sentido de lo grotesco, provocan náuseas biliosas). El calificativo "emo", tan denostado por nuestros camaradens, recibe su plenitud semántica cuando es atribuido a un francés. La emoidad se entiende en base a la existencia de Francia: sin la perturbante presencia de micheles no podríamos concebir como el ser humano es capaz de llevar a cabo actos tan edulcoradamente insanos bajo un fondo de eterno lamento. Su nulidad existencial, su disfuncionalidad vital, les lleva a redactar memeces para escandalizar a los pardos del momento, memeces puramente teoréticas, fruto de su frustración e impotencia. Ninguno de ellos, en tato franceses, tendría el valor vesánico de perpetrar una matanza cual surcoreano malhumorado. El francés es el amigo homosexual de las mujeres, aquel que valiéndose de su pusilanimidad se escuda en la incomprensión, sensibilidad y locuacidad para acercarse lo más posible a la tía que se follará un garrulo. Si ya dice el maestro Arrabal que en Francia no se fornica... ¡pagafantas que son!

El señor Gustav Falubert, cara de pan, alcanzó el cenit con Madame Bovary luciendo a una presunta heroína que quebraba sus deberes matrimoniales para con su legítimo marido, que sudaba de los auténticos valores humanos y se entregaba a la pasión como una neurótica que busca en el adulterio su desahogo existencial, te cagas. Seguramente el señor cara de pan, enfermo y misántropo, en su vida se comió un rosco y por ello pretendía instaurar un modelo de mujer desenfrenada a la que le diese lo mismo follarse a un cachalote como él. Victor Hugo ya lo dice todo con Los Miserables, la condición per se de todo francés. Maupassant solo habla de putas, vagos y maleantes; otro desviado vaya. De Sartre mejor no comentamos nada, su condición de homosexual es más que evidente. De despojos como Deleuze, Artaud y demás invertidos depresivos podemos aplicar el mismo baremo, excepto lamentar el que no se suicidasen antes. Proust sabemos todos lo que era y lo que le gustaba (fumar puros bigotosos), un pervertido que decidió canalizar su desfachatez en un tostón empalagoso y eterno, En busca del tiempo perdido, un mojón de kilo que nadie sano debería leer y que, con toda seguridad, ni él mismo pensaba que alguien leería. Ya decía Cioran que “lo caduco en Proust son sus futilidades cargadas de un vértigo prolijo, el regusto a estilo simbolista, la acumulación de efectos, la saturación poética. Es como si Saint-Simon hubiera sufrido la influencia de las Preciosas. Nadie le leería hoy.” Y es que Cioran apuntaba maneras.Estaba afiliado a la Iron Guard, no a una banda de power metal, sino a un grupillo gamberro que se entretenía, digamos, imponiendo su libertad, pero emigró a Francia y digidevinió en un suicida potencial que se lamentaba por su existencia (aunque siendo francés y además nacionalizado yo también lo haría).

Pushkin, muerto en valeroso duelo contra un bastardo francés que rondaba a su esposa, comenta en uno de sus cuentos: "En la educación de María Gavrílovna habían influido grandemente las novelas francesas y, por consiguiente, estaba enamorada". Pero no confundamos el almibarado amor francés con el fervoroso amor ruso o español, consecuencia de creencias incondicionales en valores superiores tales como la patria, Dios o la familia. El modo de amar del primero se caracteriza por una pasión atormentada y malsana, caprichosa y pueril, en una banal idealización del objeto deseado; un modo mefítico de amar que es extrapolado a su endeble literatura. El segundo ama con ardor, arrojo, orgullo, osadía y altivez aquello que la Providencia le ha provisto. El francés necesita romper el deber para satisfacer su deseo: el amor que le embriaga no es más que el anhelo por una divinización que hace de algo vulgar, un antojo que idealiza hasta ser esclavo de su propia pulsión, una realidad abyecta que aliena al individuo de su verdadera situación, que lo aleja de sus compromisos y deberes en tanto estos devienen insípidos. El español no necesita erigir castillos de humo ni convertir pedruscos en diamantes, pues el simple hecho de vivir ya es condición suficiente para amar. El amor francés es amor de sirvienta menopáusica; el amor español es amor de soldado.

No me extiendo más porqué se me enerva el escroto. Que este breve ejemplo os sirva para no caer en la tentación, espero que no seáis tontacos y hayáis aprendido que hablar de mujeres, desechos, escoria social y autoafligirse con lágrimas de cocodrilo es poco varonil, algo a la orden del día en el país vecino. No seáis mamelucos y no leáis traumas gabachos, vuestra salud mental os lo agradecerá.

Saludos de Barclay de Tolly

5 comentarios:

Barclay de Tolly dijo...

No se como editar. La entrada no tiene título. Quiero que tenga título. Ponerle título. El que plazca.

ayax dijo...

Saludos camerati,
Un artículo que le honra y garantiza mi respeto caballero, toda medida recomendada para la salud y el equilibrio del alma es siempre bienvenida, y tiene lugar.
Dada la cultura que usted se de buena tinta que posee con respecto a Cioran, le agradecería y animo, a ilustrarnos con un artículo acerca de la guardia de hierro, y como no,tambien de su vinculación con Cioran.
Por cierto, agradezco la profundidad de la crítica-una crítica que como toda crítica de verdad propone y apuesta en una linea- del escrito:"El amor francés es amor de sirvienta menopáusica; el amor español es amor de soldado". Con referir al amor, la seriedad y rigor de sus palabras queda mas que demostrada.
Esperando una respuesta-y compromiso o no- con respecto a la oferta del artículo que le sugiero, reciba un hispánico saludo
chi vediamo al fronte....

Barclay de Tolly dijo...

Gracias por el comentario y por la implicación, camaraden. Recojo la sugerencia y prometo estudiar más el tema propuesto para elaborar un artículo serio. Supongo que colgaré uno por semana, así que podría mirar de redactarlo para la siguiente.

Saludos orgullosos

Rémora dijo...

Joder, me asombro del nivel que ha alcanzado este modesto reducto de fe y tradición. Si no fuera porque me considero varón y español me moriria de vergüenza* al tratar de escribir algo a la altura de las plumas presentes. Supongo que no estoy completamente de acuerdo con mi camarada pues como cito en mi último texto comentando una entrada del maestro Ayax, admiro a un francés. Aunque en esencia no creo que el señor marqués sea francés, pues tiene los cojones demasiado grandes y llenos de vileza.

* Un español solo debe sentir vergüenza cuando los azares del destino le impiden morir con dignidad luchando por defender territorios católicos por su rey

Barclay de Tolly dijo...

Tenía algunas líneas dedicadas al bueno de Sade y a otro compatriota suyo, Lautreamont, cuya pluma honra a las letras, mas en El Partido no nos interesan las excepciones anómalas ni los destellos esporádicos, nosotros generalizamos, prejuzgamos y enjuiciamos totalidades, valoramos el tesón y el carácter global de una nación, pueblo o colectivo. Dejemos a otros subseres el relativismo y el "hay de todo en todas partes".

Saludos altivos